sábado, 26 de mayo de 2012

Tenía mucho que decir...

-Rocker profesional-
Empecemos por el principio. Cuando decidí descargar toda mi euforia sobre ti. Cuando decidí que era mejor que la realidad, surfear a través de las olas de la inconsciencia.
Al tiempo que veía que podría aferrarme al suave mar sin caer en lo profundo, suspiraba sintiendo el tibio atardecer dorar mis brazos, lento, sin prisa.
Después decidí que estaría mejor en un lugar menos cálido, más arriesgado. Podría ser extremadamente confortable o podría caer empicado. Y me fui trepando de árbol en árbol, columpiándome en lianas de telarañas y monos verdes hasta tus labios. Permanecimos un tiempo unidos. Nos llovió el tiempo para poder hacer todo lo que queríamos: queríamos inventar una historia y lo hicimos, queríamos vivir al límite de todo y lo hicimos, queríamos perder la inocencia a cada paso y lo hicimos... Pero también queríamos conducir en direcciones opuestas y nos vimos obligados a hacerlo. A veces, los baches nos llevaban a cruzarnos en el camino.
Pasados los días, decidí tener frió y viajé a la nieve. Vivía en un iglú. Estaba tan ocupada en no morir de frío que era imposible pensar en nada más. Y eso te incluía a ti. Y eso me incluía a mí. Mi mente, como mi iglú, era un espacio hosco y blanco. No cabía nada, tampoco hacía falta. El frío me hacía bien. Ya no podía llorar o las lágrimas calientes derretirían mi refuigio. No podía acordarme de las lianas de tus labios, pues no sabía pescar peces...
Al decidir acabada mi fría recuperación, cogí mis maletas y me encaminé hacia un nuevo destino: el desierto. El primer día los leones quisieron comerme; el segundo, me hice amiga de unos elefantes. Al tercer día adopté como mascota a un suricato. Para la tercera semana que estuve allí, ya me habían picado todo tipo de bichos... pero ni rastro de ti.
Ahora, me encuentro sin rumbo y con altas perspectivas de volver a tropezarme en tu camino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario