domingo, 27 de mayo de 2012

Palabras para Carmen

Cinco palabras para...

- Un beso: Acordes de primavera en invierno. Pelea de labios contra lenguas. Búsqueda extensa en tu boca. Tu saliva en mi saliva. Dulces gérmenes húmedos y rugosos.
- Un te quiero: Trágica mentira teñida de sentimiento.
- El amor: camino intermedio entre nerviosismo y decepción.
- Un asesinato: Juicio de valor a punta de pistola. Tener prejuicios jugando a Dios.
- Una pelea: Tensión inaguantable carente de razón. Verdad irremediablemente dura y aliviadora.
- Un te odio: Lo que ahora nos separa.
- Rock'n Roll: Estilo de vida al máximo volumen.
- Las clases: Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes.
- El fin de semana: Sexo, drogas y Rock'n Roll.
- La simplicidad: Folios en blanco, bolígrafo y Cocacola
- Él: Rebelde sin causa.
- Ella: Rebelde con causa y sentimiento.
- El Terror: 46 llamadas perdidas de "Mamá"
- Un cura: Consejero no practicante.
- Un coche: Aire fresco a 140 Km/h
- Las amigas: Tu reflejo en su mirada.
- Las uñas de colores: Deja volar tu imaginación.
- Un libro: Nuevo mundo a cada página.
- Tu canción favorita: Evasión de todos los sentidos.
- Dibujar: Nuevo mundo en cada trazo.

 Momento más corto, momento feliz.

"Aquel momento fue una guerra fría entre sus labios y los míos, inundados de velocidad, agitados de pasión, vulnerables a la soledad de la distancia que minutos antes los separaba y dueños del tiempo que hizo breve lo eterno, mortal lo inmortal, real lo etéreo y con previsiones de futuro para volver a encontrarse y no separarse nunca más."

Menú con la "a"

- Patatas asadas a la calabaza asada
- Gafas aladas rachadas para Ana
- Más patatas bravas a la SalsaFantaNaranja aclarada
- Alas a la salsa de Ananas
- Naranjas, manzanas baratas amalgamadas a la nata mantada.

Arrogancia y jarra de cristal

No sabía hasta dónde podría llegar su arrogancia. Se bajó del coche, airado con gesto furioso  y la mandíbula apretada. Gritando a los cuatro vientos, primero y farfullando por lo bajo, después, lo encontré agachado ante la rueda delantera contemplando el destrozo de su coche. Mi pequeña bicicleta no podía haber dañado mucho su absurda carrocería cara, brillante y metalizada.
Él me miró, confundido. Quizás no esperaba volver a verme. Yo a él, tampoco. Su mirada gélida, casi hiriente, me traspasó por completo. Me acusó, me importunó, me intimidó, me asombró. Era la segunda vez que me lo encontraba ese día y no podía evitar contemplarlo mientras me hablaba, culpándome del destrozo de su coche. Era alto, caso desgarbado. Tenía la piel pálida y parecía suave. Su cara era armoniosa: sus ojos azules oscuros, como la profundidad del mar, reflejaban un atisbo de amargura y podrían llegar a ser hermosos si no fuera por su estúpido ceño fruncido. Siempre fruncía el ceño. Su pelo era negro como la tinta china. Estaba enmarañado, lo cual no concordaba con su traje, perfectamente acoplado a su cuerpo.
Me metió de un tirón en el coche, que afortunadamente seguía funcionado, y volvió a llevarme a su oficina.
Puede que fuera un terrible ataque hacia mí misma, pues estaba en manos de un perfecto desconocido, pero me dejé llevar. Su voz seguía hablándome, insultándome por momentos, susurrándome cosas que no valían la pena escuchar.
Temblaba - él, no yo-, sacudía las manos, la cabeza. Una, dos veces. Volteaba con fuerza el volante. Los nudillos blancos, se clavaban en él.
El tráfico estaba totalmente despejado y llegamos en menos de diez minutos a lo que reconocí como su oficina.
Volvía a recorrer esos pasillos llenos de abogados. No sabía que la denuncia que me habían puesto por escándalo público y obstrucción de la justicia me serviría para conocer a este huraño personaje.
Él me habló profesionalmente sobre el parte y el seguro del coche. Me ofreció un poco de agua de una jarra de cristal. La ignoré, dejándola él otra vez encima de la mesa. Casi con burla me levanté y lo besé con travesura. Acto seguido, me fui. Ya tendría noticias de mi abogado.
Traspasé la puerta y me giré para mirarlo por última vez. Él estaba anonadado y la jarra seguía sobre la mesa.

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