martes, 22 de mayo de 2012

Momento infinito, tremendamente finito

Fue en diciembre, quizás. Con un poquito de eme nos acostumbramos a ir tirando.
Eran esbozos de desagüe. Una hoja marrón se deshacía entre los resquicios del invierno. Y los cabellos al viento. Y la falda volaba al compás de la lluvia. Y yo estaba ahí, intentando tocar tu puerta, pero el valor no llegaba. Y, créeme, ojalá nunca hubiera llegado. ¿Habría salido corriendo, desandando el camino? Sí, hubiera sido lo mejor.
Y, en este mismo "soy yo, mundo" medimos la luna en copas, a la vez que la nieve se extiende sobre Dublín.
Tumbarse en la cama y esperar a que el sueño venga. Con mono. Altas dosis de droga personal que hace tiempo se acabó. Poco a poco va perdiendo el sabor... ¿Quién llegará antes? ¿El sueño o tú? Apostemos...
Volver al punto de partida, al año cero, al momento previo al amanecer y sumida en la inconsciencia -bendita inocencia- dejar fluír el rumbo de mis pensamientos, que siempre desemboca en ti, me hace sentir vulnerable.

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