jueves, 13 de octubre de 2016

Aunque tú no lo sepas (muy desmejorado, muy desvariado, muy versionado)

Aunque tú no lo sepas
he soñado que estabas.
Subastaste mis labios
y perdiste la calma.

Disfrazabas madrugadas
de noches en blanco y negro
con olor a marea
y en la ventana, solo invierno.

Aunque tú no lo sepas
me acostumbré a tu espalda,
ese hueco vacío
donde el mar está en calma.

Y aunque tú no lo sepas
he querido tocarte
como lo hacen las almas:
sin razón, con calor,
para que no te vayas.

Para que al despertar
mis manos sigan calientes
y tu pecho sea mi almohada.
Para que al despertar,

nunca llegue mañana. 

María, 13/10/2016

martes, 4 de octubre de 2016

Por lo menos he aprendido a utilizar "sino" y "si no"

A la tercera semana de estudiar oposiciones perdí la fe en todo lo que podía dar de mí. ¿Qué iba a ser yo sino un comentario mal redactado y un tema donde las máximas de Grice vuelven a estar equivocadas por enésima vez? ¿Qué iba a ser yo más allá de esquemas inconexos y un soneto de Quevedo o un alma en oferta que nunca se vendió? ¿Quién iba a ser yo que ahora medía el tiempo en temas y no en momentos? ¿Por qué ahora era una competidora, una opositora? Todo debía comenzar cambiando el nombre de ese ridículo examen sobre cuestiones y conceptos que llevamos trabajando y defendiendo desde antes de tener dientes de leche. Oposiciones, oponer, oponerse. Oponerse a todo lo demás con tal de conseguir una plaza. A veces, ese resultado deshumaniza a las persona. Podríamos empezar por llamarlo “Intento”. Así podríamos decir:
- ¿Qué haces?
- Hago el Intento.
El intento de vivir mejor, el intento de aprender más, el intento de conseguir un futuro mejor y deberíamos crear un lugar en el que la cantidad de intentos que hayas experimentado mida el conocimiento, la experiencia, la creatividad… y no al revés. Y no de por sí darnos en las narices con un término bélico como “opositor” que bien podría llamarse oponente o enemigo. Deberíamos ser intentadores. Si afrontamos este paso desde otra perspectiva quizás podamos sobrellevarlo mejor. Intentadores valientes que se enfrentan a no tener las cosas claras pero que lo intentan, que no saben si  esto será lo suyo pero que lo intentan, que no tienen ni idea de cómo sorprender al tribunal pero que lo intentan.
Y esa es otra. El tribunal. El tribunal de justicia que yo me imagino con peluca blanca y toga negra, con una mazo más grande que mi cabeza para aporrearme con ella al primer laísmo. La mayoría entra en pánico al intentar encontrar la manera de destacar, de ser único, de llevar una señal en la frente que diga “soy yo y no otro”. Y es que, en vez de ser un tribunal así a secas, deberían llamarse “consejeros”. Consejeros del saber que te escuchan dar lo mejor de ti -  salvando el régimen de nervios comprensible- y que, en vez de juzgarte, simplemente te hagan una serie de recomendaciones con un sincero “inténtalo mejor el año que viene”. Porque a nadie le gusta saber qué hace mal… Pero claro, supongo que a ellos tampoco les gusta el papel de malos, aunque alguien tenga que hacerlo.
Desde el primer momento se nos lleva de la mano por la arena del Coliseo de la vida, siguiendo unas huellas que ya recorrieron muchos antes pero cuando esa mano desaparece y solo quedas tú ante la arena piensas en por qué el resto del mundo se ha vuelto unos leones y tú sigues siendo ese pececillo que se pierde entre la multitud. Ese pececillo que no puede retener un tema de memoria pero que sabe en qué año se celebró el I Congreso de Lingüística en La Haya, aquel pececillo que ignora a Quevedo –con todo el respeto- para descomplicarse la gramática ella sola. Aquel pececillo que entiende sus limitaciones y piensa las posibilidades de supervivencia en un año que no se acaba… Un año que más que en vez de personas se nos trata como penitentes, como presos de una cárcel con ración extra de apuntes. Donde no hay fines de semanas, ni fiestas, ferias, puentes o vacaciones… ¿De verdad se cree la gente que eso es sano? ¿Qué ese es el camino para llegar a conseguir algo en la vida? Empollarte 72 temas, preparar una programación, hacer un comentario sobre vete tú a saber qué rebuscado texto de la literatura española para optar a 40 plazas entre 8000 candidatos… ¿Con qué ratio mides el resto de valores, posibilidades e inteligencias de esas 8000 personas?
Pero no hablo más que me enciendo y esta es solo la primera sesión de una filóloga renegada, ex doctoranda en apuros y, ahora, Intentadora desprovista de fe. 
Porque a mí me han soltado en la arena y hay tantos caminos que me da miedo no saber a dónde tirar. ¿Y si El Intento no es para mí? ¿Y si el Doctorado tampoco? ¿Y si termino siendo a los 30 una Bridget Jones de pueblo que no ha cotizado un euro en su vida? ¿Y todos los lugares a los que quiero ir? ¿Todos los museos que quiero ver? ¿Todos los cuadros que quiero pintar? ¿Todas las mañanas que quiero dormir y todas las noches que quiero perder? Ahora están detrás de una montaña de 72 temas. Bueno perdón, 63.