jueves, 3 de enero de 2013

Gente y eso.

Gente con el ceño fruncido bordado en la frente y la sonrisa forzada grapada en las mejillas, a condición de aparentar que todo va bien. Gente que cae empicado en sus propios abismos de soledad, que se deja aislar entre cuatro paredes llenas de gente pero vacías de personas. Gente comprometida con una sociedad abúlica controlada por un botón de ON/OFF.
Gente arcaica de gustos arcaicos de costumbres arcaicas sumidos en su "arcaicidad". Gente que poco a poco se va congelando, se va degradando, se van oxidando, cayendo en un mar de frustración, odio y desencanto; anclándose en el fondo, siendo un lastre imparable que arrastra todo a su alrededor. Y allá en el fondo marino, rodeados por sirenas de cabellos lánguidos, se desintegran poco a poco entre sus desgarradoras canciones de desamor.
Gente que no aprendió a aprender sino que desaprendió todo aquello que debió ser una máxima en su vida y que dejó de lado, apartando de sí mismo las únicas gotas de felicidad que quedan tras la tormenta de esto que llamamos mundo.

Desde que nacemos, nacemos a aprender. Nacemos aprendiendo a aprender, aprendiendo a nacer...
Y yo que pierdo el sentido en cada parada, me pregunto cuánto tiempo vamos a durar así.
Sin nacer.
Sin aprender.
Solo con gente y eso.

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